Granollers a 13 de gener del 2012
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Estic agregat a un grup de Facebook que sota la denominació de “págame mi actuación y no me cuentes tu vida” denuncia la situació laboral dels músics. L’últim post de l’administrador són dos correus electrònics en què sota una oferta laboral que ofèn a qui la rep, aquest contesta de manera irònica.
Transcric els dos missatges:
Correu oferta
“Junto con saludarte, te cuento que somos un local nuevo y pequeño dedicado al rubro gastronómico con interés en la música y su difusión. Te queremos ofrecer nuestro espacio para que promuevas tu trabajo y tus cd’s a través de tu música y tu bajo, eso si más bien smooth jazz y música ambiental y suave para que la gente pueda a la vez comer... siempre manejamos una muy buena cantidad de público con los cuales podrás promover tu música. Si luego de algunas visitas vemos que la acogida es buena estamos en condiciones de ofrecerte un arreglo económico muy atractivo para que vengas cada cierto tiempo a nuestro local a deleitar nuestros oídos...”
Correu resposta
“Junto con saludarte ,te cuento que soy un músico experimentado con una casa muy grande con gran interés en las artes culinarias y su difusión. Te quiero ofrecer mi espacio para que promuevas tu trabajo y tu restaurante a través de tus platos, eso sí, más bien cocktail y platos livianos para que mis invitados puedan escuchar música en mi casa... siempre tengo una buena cantidad de invitados con los cuales podrás promover tu comida y tu restaurante. Si luego de algunas visitas veo que la acogida es buena estoy en condiciones de ofrecerte un arreglo económico para que vengas cada cierto tiempo a mi casa para deleitar nuestros paladares...”
Deixant de costat la resposta, que em sembla ben estructurada i sarcàstica, darrera s’amaga una gran realitat: tothom entén que per menjar qualsevol cosa a qualsevol lloc s’ha de pagar però no és el mateix si a qualsevol lloc et fan pagar per escoltar qualsevol cosa. I el més sorprenent de tot, moltes vegades ens veiem obligats a pagar per mal menjar i ens neguem a pagar per sortir ben escoltats. I això no passa només en restaurants; és extensiu a bars, locals i altres guarides que programen música.
Músics que toquen a canvi de sopar i begudes, de 60 euros per tota l’estona de feina o segons com vagi la taquilla de la nit, que sempre ha estat més fluixa del que aparentava. Instrumentistes que ni són assegurats ni disposen de contracte de cap mena. Joves que es volen obrir pas en el món de la música i són explotats en concursos i festivals on actuen gratuïtament sota pretext de qualsevol promoció posterior del seu treball. I sempre sota una seguretat nul·la de tornar a treballar demà.
El problema és profund: ¿per quan el treball de músic serà considerat una professió en aquest país com la d’un metge, un electricista o un advocat? Queda molt camí per recórrer, molta tasca informativa a realitzar, molts hàbits a canviar.
Però per què això canviï, el primer que ha de succeir és que els músics es facin valorar. La contestació inclosa en aquest mail va en la línia correcta. Fins que el col·lectiu no deixi de costat disputes internes, guerres de preus i l’acceptació d’ofertes denigrants, els altres aniran fent.
Els músics a ben segur no aplaudirien una frase com la de “tu que ets cuiner, i vens al casament, per què no cuines una estona per tots nosaltres”. No els hi fem a ells, ens hi va molt més què quatre notes posades en un pentagrama de forma més o menys correcta; ens hi va part de la nostra cultura.
Salut
Me agregué a un grupo del Facebook que bajo el nombre de “págame mi actuación y no me cuentes tu vida” denuncia la situaicón laboral de los músicos. El último post del administrador son dos correos electronicos cruzados en los cuales baho una oferta laboral que ofende a quien la recibe, este contesta de forma irónica.
Transcripción de los dos correos:
Correo con la oferta:
“Junto con saludarte, te cuento que somos un local nuevo y pequeño dedicado al rubro gastronómico con interés en la música y su difusión. Te queremos ofrecer nuestro espacio para que promuevas tu trabajo y tus cd’s a través de tu música y tu bajo, eso si más bien smooth jazz y música ambiental y suave para que la gente pueda a la vez comer... siempre manejamos una muy buena cantidad de público con los cuales podrás promover tu música. Si luego de algunas visitas vemos que la acogida es buena estamos en condiciones de ofrecerte un arreglo económico muy atractivo para que vengas cada cierto tiempo a nuestro local a deleitar nuestros oídos...”
Correu respuesta
“Junto con saludarte ,te cuento que soy un músico experimentado con una casa muy grande con gran interés en las artes culinarias y su difusión. Te quiero ofrecer mi espacio para que promuevas tu trabajo y tu restaurante a través de tus platos, eso sí, más bien cocktail y platos livianos para que mis invitados puedan escuchar música en mi casa... siempre tengo una buena cantidad de invitados con los cuales podrás promover tu comida y tu restaurante. Si luego de algunas visitas veo que la acogida es buena estoy en condiciones de ofrecerte un arreglo económico para que vengas cada cierto tiempo a mi casa para deleitar nuestros paladares...”
Dejando de lado la respuesta, que me parece bien estructurada y sarcástica, detrás se esconde una gran realidad: todo el mundo entiende que para comer cualquier cosa en cualquier lugar hay que pagar pero no es lo mismo si en cualquier lugar te hacen pagar por escuchar cosa cualquiera. Y lo más sorprendente de todo, muchas veces nos vemos obligados a pagar por mal comer y negamos pagar por salir bien escuchados. Y esto no pasa sólo en restaurantes, lo podemos hacer extensivo a bares, locales y otros garitos que programan música.
Músicos que trabajan a cambio de cena y bebida, de 60 euros o poco más por todo el tiempo dedicado o como no, según vaya taquilla, que habitualmente siempre desvanece las expectativas que intuía la afluencia de público. Jóvenes que se quieren abrir paso en el mundo de la música y son explotados en concursos y festivales por doquier en los que bajo la gratuidad de su actuación esconden un proyecto de promoción de su trabajo posterior. Y a todo ello debemos añadir la nula seguridad de una vuelta al trabajo al día siguiente.
El problema es profundo: ¿para cuándo el trabajo de músico será considerado una profesión en este país como lo son la de un médico, un abogado o un electricista?. Queda mucho camino por recorrer, una enorme labor informativa y de difusión a realizar, muchos hábitos a cambiar.
I para que esto cambie es primordial, primero, que los músicos se hagan valorar. La contestación va en ese camino y en la línea correcta. Hasta que el colectivo no abandone trifulcas internas, guerras de precios y rechace ofertas que denigran la profesión, los demás seguirán aprovechándose. Más unión y menos individualismo.
Los músicos nunca aplaudirían una frase como “tú que eres cocinero, y vienes a la boda, por qué no cocinas un rato para todos nosotros”. No cometamos la misma equivocación con ellos, nos va mucho más que cuatro notas en un pentagrama escritas de forma más o menos correcta; nos va parte de nuestra cultura.
Salud