dijous, 21 de juny del 2012

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO FEROZ


Dice el cuento que Caperucita Roja era una niña muy bonita, dulce y entrañable. La madre, que pasaba mucho tiempo en casa desde que se quedó sin trabajo, diariamente le preparaba un tuper con la comida del mediodía. Antes se la hacían en el colegio pero de repente el lobo feroz decidió que hasta ahí habíamos llegado, no dio más ayudas y no contento con esto también echo al padre, minero, a la calle.
La madre cuidaba de su abuela, a quien prometieron atender con unas ayudas a la dependencia que nunca llegaron. Por ello pidió a Caperucita le llevara una cesta con algo de las ya pocas existencias disponibles en la despensa. Eso sí, antes de salir le recomendó que vigilara con el lobo, aquel ser maloliente de dientes afilados i abundante pelo en barba i bigote. “Manipula, engaña y te quitara lo poco que nos queda haciéndonos creer culpables de todos los males”, le dijo.
Caperucita cargo con la cesta y anduvo hacia el bosque, tranquila, sabiendo que encontraría a sus amigos de la escuela que desde hacía un tiempo salían antes al no disponer de la sexta hora o escapaban por falta de profesores. El lobo había decidido que recortar en la educación de todos ellos les haría presas fáciles más adelante.
Saludó a diestro i siniestro y al pasar cerca de la choza mayor recordaba cuando empezaron a construirla. Dejó ir las lágrimas ante semejante dejadez a medio hacer y tanta promesa incumplida de diversión en semejante espacio. ¿Como el lobo había permitido construir tal cantidad de nuevas viviendas dejando que alguien pusiera el dinero alegremente?
Se sorprendió al pasar ante aquella gente del dinero, los mayores les llamaban banqueros. Su casa había cambiado de nombre pero no de maneras. Por aquella puerta veía entrar i salir a señores vestidos de negro con grandes sacas de billetes marcadas con una enorme E (estafa pensó). Eran los protegidos del lobo y su inocencia le llevo a pensar por que no lo repartían entre todos.
Al adentrarse en el bosque todo oscureció y recordó a su madre: “cuidado con el lobo”. De repente apareció tras un árbol ya visto por ser de los que dan sombra a los muertos. Con voz grave y las manos señalando, cerradas, con los dedos unidos hacia el suelo, se pusieron a hablar:
-          ¿A donde vas niña? Te pareces mucho a mi célebre sobrina.
-          A casa de mi abuelita.
-          No vayas por este camino. Este es el que nos ha llevado al desastre. Coge el atajo, te prometo que es mas corto y mejor. Llegaras antes.
Caperucita, a pesar de lo dicho por su madre, le hizo caso. Parecía que cumplía sus promesas. Mientras, el lobo a sabiendas que la solución propuesta a la niña no era ni veraz ni la mejor, llegó antes. Llamó a la puerta se abalanzó sobre la cama y devoró a la anciana siguiendo los consejos de una amiga suya que le dijo que ahora vivíamos demasiado.
Al llegar Caperucita abrió la puerta y se echo encima de la abuela para darle el primer beso. La noto áspera.
-          ¿Por qué rascas tanto?
-          Me han bajado la pensión y no tengo ni para depilarme. (jajajaja he sido yo)
Al mirarla con atención le volvió a preguntar:
     -Abuelita, abuelita, ¿porque no te has tomado las medicinas hoy?
     -Por falta de un euro (jajajaja que gran idea el copago)
Al fijarse en sus ojos le espetó:
    -Abuelita, abuelita, ¿estas llorando?
    -Sufro por tus padres. Hoy puede aparecer el lobo por casa, (jajajaja la que les va a caer cuando vaya)
Ante semejante trozo de carne tierna (así los veía el lobo), decidió esperar y acabar su tarea en casa de los padres. Caperucita de regreso a casa, el lobo ya había llegado gracias al montón de vehículos disponibles, divisó un montón de gente y a sus padres gritando mientras eran arrastrados por los suelos. Les estaban echando de casa. Lo estaba viendo a diario en otros, ahora les tocaba a ellos.
Corrió presta hacia el lugar de los hechos. Lloró, grito pero acabo tirada en el suelo de un manotazo de alguno de los del casco. De nada sirvió. Eran más fuertes. Allí quedaron los tres sin saber donde ir. Poco a poco los cazadores, los pocos que se habían acercado hasta allí con pancartas de dibujo extraño (PAH), también marcharon cabizbajos.
El lobo cerró a cal i canto la casa y junto a sus protegidos marchó sano y salvo.
¿Os gustó? Si queremos podemos hacer una nueva revisión del cuento. Tan solo en nuestras manos está escribir uno mejor, más justo, más solidario. No podemos ni debemos permitir semejante estafa. Pero restando sentados en casa a verlas venir, el lobo y sus esbirros siempre saldrán ganadores y seguirán con sus privilegios mientras protegen a los del dinero y devoran a los más débiles negándoles derechos.
Salud

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