Aquesta columna avui l’escric en castellà en recolzament als manifestants del 15M de Madrid. No sempre coincideixo amb els seus arguments ni em solidaritzo en totes les accions. Això si, sempre els acompanyaré quan surt l’aire de renovació i de dir prou que té. Dit això no puc acceptar que aquesta reclamació i denúncia què fan, tot i molestar a alguns, justifiqui segons quines actuacions.
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Frente al ordenador. Día duro, hastío estival. Reflexión sobre la columna de hoy. No tengo dudas: cargas policiales contra el 15M en Madrid. 24:00 de la noche. La misma oscuridad que en el momento de la actuación policial, menor contaminación lumínica que endurece más el entorno.
Abro el editor de textos. La pantalla excesivamente blanca para escribir de lo mismo sin repetirme. Puedo copiar la redacción del “Parc de la Ciutadella ” en Barcelona. No me permito la licencia.
Me incorporo, pienso luego existo, pero no me siento cómodo con la existencia. Me altero i de repente me encuentro gritando fuerte por mis derechos. Creo romperme las cuerdas vocales al decir BASTA. Me repito hasta la saciedad por romper con la dinámica del sistema y crear uno mejor, diferente. Enloquecido alzo la voz para pedir una democracia más real y participativa, otro estilo de política, nuevos políticos y mejores discursos. Reconozco que me paso en el volumen pero es que no pudo dejar de denunciar la corrupción, la evasión de divisas, los excesos de la banca. Me pido a gritos beligerancia ante la especulación y el consumismo recalcitrante. A pulmón abierto reclamo una sociedad más justa, tolerante y solidaria. Lloriqueo y pido nuevas soluciones ante los embargos de viviendas que dejan a familias sin hogar y al sistema de embargos en paños menores. Siento indignación, vergüenza ajena e impotencia. No puedo decaer y solicito, con voz resquebrajada, un mundo mejor. Debo cambiar, han de cambiar, ha de cambiar.
Giro los ojos, veo que no estoy solo. Sin darme cuenta a mí alrededor se ha agregado gente. Doy un rápido vistazo. Desconozco los nombres, no reconozco las caras. Alzo la mirada. Algunos de ellos se han armado con pancartas. Leo y me percato de que no estoy solo. Muchos de los mensajes los hago propios. Hace escasamente unos minutos los estaba firmando en medio de la soledad. Cada vez somos más. La calle se llena de unos cuantos, de unos pocos, de unos muchos. La vista no da para verlos a todos.
Avanzo. No se hacia donde, ¿alguien lo sabe?. Debemos habernos marcado un destino para ahora mismo, no de ideas sino de lugar. La marcha es ordenada, pacifica. Gritos aquí y allá. Ruido, no más que en cualquier concentración humana en zona de copeo y de madrugada. No molestamos a los vecinos, incomodamos a los poderes. Sufro de angustia y decido salir de la multitud para buscar una zona de menor concentración. Paramos. Diviso frente a mí una fachada con estilo, diferente a la del bloque que habito. Debe ser un edificio oficial. Pregunto ¿?. Es el Ministerio de Interior.
Los gritos van en aumento. La adrenalina hace efecto en el cuerpo humano. La visión del pretendido responsable de los males, excita. Me animo. Vuelvo a alzar la voz. Mensajes ya oídos, ya dichos. Pancartas cada vez más elevadas, no vaya a ser que no sean divisadas. Manos levantadas y abiertas en señal de paz.
De repente griterío, movimientos humanos aleatorios, gente de aquí para allá, de derecha a izquierda. La violencia del movimiento me agita. No ando, me llevan. Volteo sobre mi mismo y desorientado intento recuperar la verticalidad. Doy vuelta i media o media vuelta, que se yo.
En un largo y veloz segundo no doy crédito a lo que ven mis ojos. ¿Tal vez he entrado a formar parte de algún rodaje como extra? Hombres o mujeres de vestido astral, no puedo definirlo ante tanto amago, enseñan escudo cual armado medieval. Leo, Policía, en negro rodeado de un marco blanco. Me libera pensar que están para controlar el orden. Las aguas volverán a sus cauces y continuaremos sin aspavientos.
Me sorprende el tono y la postura corporal con la que me enfrentan. Tal vez no están para lo que pensaba. Avanzan. De nuevo tumultuosos movimientos. Segregación de los hasta ahora, compañeros. Dispersión de cuerpos. Los robots empuñan porras en tono amenazante. Corro. Corren. Me encuentro en una encrucijada. ¡Voy a recibir, me van a dar!. Reacción espontánea: ¡La cabeza, cúbrela!, pienso.
Ruido. Abro los ojos. Windows se ha reiniciado bajo cualquier excusa. Me toco la cabeza, me miro al espejo. Todo parece en su sitio, normalidad. Estoy seguro: he soñado. Abro de nuevo el ordenador y el Word. Página en blanco. Mucho a decir poco espacio a ocupar.
De forma espontánea resuenan preguntas que pasan al teclado recordando imágenes: ¿Excesos?, ¿actos violentos?, ¿quema de mobiliario urbano, desperfectos en comercios?, ¿tal vez confusión entre pancartas y armamento?... Deduzco que tal vez solo sea que molestaban por lo que decían, no los de mi sueño sino aquellos de Madrid, los de verdad.
¿Estado de derecho? ¿Policía de protección ciudadana? ¿Derecho a manifestación? ¿Actuación proporcional al hecho? ¿Uso del espacio público? I concluyo que en un Estado de democracia real se hubiera cumplido con el derecho de manifestación, la actuación policial hubiera estado dirigida en proporcionalidad a los hechos acontecidos estudiando en todo momento el grado de peligrosidad y priorizando la seguridad ciudadana.
Viendo las imágenes debo concluir que no estoy en el Estado de derecho que pensaba, o tal vez no soy ciudadano. ¿Era un sueño?
“Una gran democracia debe progresar, sino deja de ser grande o ya no es democracia” Roosevelt.
Salud
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Tan sols demano respecte, educació i tolerància.